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Mostrando entradas de 2008

Manda güevos.

Hace un par de días leí una noticia que vuelve a ponerme un tanto nervioso. Y en esta ocasión no es por el contenido de la noticia, sino por el tratamiento que se le da. En un principio pienso que es cosa del diario en el que la leo, o del periodista o del redactor que la firma, cuyo nombre por cierto no aparece. El caso es que cuando me decido a escribir sobre el asunto veo que la fuente es Europa Press, y que aquel diario en el que en un principio la leí sólo reproduce, textualmente, los primeros párrafos de la información, excluyendo el resto que interpreto que considera de menor importancia. Esto mismo ocurre en al menos otros cuatro medios locales, cosa que me cabrea mucho más y que no me incita a pensar precisamente bien de la profesión de periodista. Pero vayamos por partes. La noticia en cuestión, que reproduzco aquí en su totalidad y que os recuerdo que no se publica entera en ninguno de los diarios (de ningún color) en los que la he leído, es la que sigue: Sevilla.- Tr

El rayo verde y la tejedora de fantasías.

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El rayo verde dibujaba teteras donde antes había centauros mientras la bruja buena echada en la hierba tejía fantasías bajo la luna.

Tiempo.

No brillan las agujas sobre este oscuro blanco desde que tiempo dejó de contar. A mi padre.

Minusvalía emocional o coleccionismo de fracasos.

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De minusválidos emocionales o coleccionistas de fracasos, como los (nos) llama una querida amiga mía. Y es que cuando más se echa de menos una adecuada adaptación emocional es precisamente cuando llega tarde para salvarte de otro estrepitoso fracaso. Es triste enfrentarse a un nuevo fracaso (emocional siempre y sentimental en el caso que nos ocupa), y entender que la responsabilidad (la mal llamada culpa) es sólo de uno mismo. Aceptarlo es duro. Empatizar con el sufrimiento del otro es más duro aún cuando sabes que su dolor es efecto de tu ineptitud emocional. Quizás la minusvalía emocional consista en, identificando, entendiendo, controlando las emociones, no actuar para el beneficio común, no exteriorizar el sufrimiento propio y dar la oportunidad al otro de que sea él quien pueda elegir si quiere o no sufrir según le convenga o compense, que materializado el fracaso no se sienta engañado, estafado, utilizado, violado, fracasado también en definitiva. Llegar al sentimiento de fracaso

Un segundo.

El agua empujó la espuma y la lanzó al vacío desde mi pecho. La vi caer desde el borde de mis párpados a cámara súper lenta, como esas cámaras que usan para mostrarnos la sangre salpicando en el traje de luces cuando el estoque atraviesa al toro, como esas que usan para que no nos perdamos las gotas de sudor saltando del rostro trémulo del futbolista al césped al rematar de cabeza el balón. Sentí una familiar sensación de vértigo. La deforme bola de espuma iba describiendo un leve giro hacia adelante mientras se precipitaba lentamente hasta estrellarse contra la fina capa de agua que cubría el fondo de la bañera. Se extendió sobre la superficie deslizándose con la corriente. Y se fue por el sumidero.

Ciega, pero justicia. Confianza, pero no ciega.

¿Justicia? Ciega, pero justicia. A medias, pero justicia. Lenta como siempre, pero justicia. Fui por el camino de los honestos... Y no perdí. Hoy puedo decir que de nuevo he recuperado mi escasa confianza en nuestro sistema judicial. No es perfecto, es difícil que ningún sistema lo sea, pero hoy sigo confiando en él. Los miserables, por esta vez, no se han llevado el gato al agua. Ninguna prueba irrefutable, ningún testigo, pocas esperanzas, y sobre todo la determinación de no permitir que un cromagnon se saliese con la suya. Con esto bastó para que, si no se impusiera la verdad, al menos sí la duda razonable. A pesar de que los procesos de razonamiento debían ser algo distintos en los tiempos de las cavernas la justicia es tan ciega para el cromagnon como para el resto de los homo sapiens, y a los dos se les respeta la presunción de inocencia. No necesité testigos falsos ni mentiras perfectamente hiladas. No estoy satisfecho porque he perdido mucho dinero, pero mi conciencia

Tocan a muerto.

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Las campanas tocan a muerto. Las nubes pasan despacio bajo el cielo azul de las once de la mañana. El viejo reloj, parado, observa desde la torre de la colegiata. Me asalta un recuerdo inventado de mi padre a sus cinco años correteando por la plaza en un domingo de fiesta. O me recuerdo a mí mismo. Y pienso en lo extraordinario del error que es la vida. Lo natural es no estar. Nos pasamos media eternidad sin existir, y muertos la otra mitad. Y en medio la anécdota de una vida casual. Siempre, claro, que alguien nos piense inexistentes, vivos, o muertos. Nos entristece la pérdida de anecdóticos seres amados, pero lo único que hacen, y que nosotros, anecdóticos, también haremos, es volver al estado natural del que partimos. Deberíamos entonces alegrarnos de haber coincidido en este momento de la eternidad con esas otras anécdotas que nos han hecho sentir relevantes aquí y ahora, y disfrutar de este instante regalado de existencia. Las campanas, como un despertador inoportuno, nos abre

No somos iguales.

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Queda confirmado. Las mujeres no son iguales que los hombres. El Tribunal Constitucional ha mandado hoy a tomar por culo el artículo 14 de la Constitución Española avalando un mayor castigo penal para los hombres que para las mujeres por un mismo hecho y, por tanto, ya no todos los españoles somos iguales ante la ley; a los hombres se nos discrimina abiertamente por razón de sexo. ¿Igualdad? Felicidades a los valientes. ¿A quién van a creer?

Camino verde.

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Siete menos cuarto de la mañana. Play. De la cama naranja al duro asfalto gris. Obertura a ritmo de pedaleo tranquilo pero alegre. Un pequeño rodeo. Me gusta pasar por delante de la terraza de mamá. Recorro el viejo paseo en el que de niño las bicis eran naves de Galáctica. Sorteo el primer atasco. La dulce voz de Las Flores Azules blanquea el negro rugir del autobús rojo. Delafé canta mi viaje hacia la rutina como si estuviese sentado en la barra. Los latidos de Facto animan los pedales. Poesía de lo cotidiano. Relleno por unos segundos cada vacío que me encuentro entre las peceras con ruedas de las que hoy reniego. Peceras con un sólo pez detrás del cristal. Luces rojas, blancas, amarillas, verdes... Y el sol. De frente. Tata Inti nos saluda. Y por fin el camino verde rumbo este. Éste que soy yo. Frío por fuera. Sudando por dentro. Un oasis intenta volar en el barrio de los ricos. El coche celeste de mi vieja amiga aparcado donde siempre. Lo cruzo sin pena y con gloria. E

¿Igualdad?

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Voy a empezar por recordaros hoy un par de artículos de la Constitución Española de 1978: Artículo 9.2. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social. Artículo 14. Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Está claro, ¿no? Pues ocurre que esta mañana me levanto y leo una noticia sobre un tema que me inquieta y que, para mí, es consecuencia de un desliz tanto de nuestro actual gobierno como, en algún caso, del anterior del PP. Al parecer, según publica hoy El País, el Tribunal Constitucional avalará el mayor castigo penal a los hombre

La última mañana.

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Las disputas políticas y los reconocimientos internacionales no le servían para sentirse vivo. Todo ese prestigio que a lo largo de los años consiguió gracias a su trabajo, tanto sobre el papel como a los mandos de tantos aviones, le ayudarían a conseguir lo que su edad y su delicada salud le hacían cada vez más difícil. Necesitaba volar, necesitaba participar. A sus cuarenta y tres años trabajaba rodeado de jóvenes que no llegaban a los veinticinco. El grupo II/33 debía ser un hervidero de testosterona aquel verano de 1944. El briefing había terminado y los aviones estaban listos para despegar. Ésta sería la última misión tras otras ocho ese mismo año. Sus superiores ya lo habían decidido. Al día siguiente le informarían del inminente desembarco de las tropas aliadas al sur de Francia. La prohibición de volar a los pilotos en posesión de este secreto era una medida de seguridad en caso de que fuesen hechos prisioneros y, en este caso, la mejor baza para retirarle. A primera hora d

Habitación con vistas.

El pasaporte descansa viejo y cortado sobre el montón de caducados carnets de identidad, de vuelo, de biblioteca y de no sé cuántas estrictas instituciones pasadas. Los libros de la universidad duermen acumulando polvo mientras esperan alguna consulta que nunca llega y recuerdan a quien los mira más de uno y de dos desengaños forjados en las aulas y cafeterías de la Hispalense. Decenas de asignaturas, supuestamente no pendientes, recostadas unas sobre las otras. Curiosamente, husmeando hoy entre legajos, después de tres mudanzas, y para mi regocijo particular, aparece el cuaderno de campo de aquellas prácticas que, fíjate tú por dónde, resultó no haberse perdido en el caótico despacho de Don Manuel. Con la de veces que se lo eché en cara y le puse verde por aquello. Entre bibliografías y notas de campo aparece una carta a Marta en la que analizaba la convulsa situación de su quebradiza Argentina, le hacía algún guiño, y le contaba sobre mi inexperta vida sentimental. Algunas líneas al

Mil gotas.

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Mil pequeñas gotas de rocío no llaman la atención de casi ninguna de las millones de personas que cada mañana vamos corriendo como locas al encuentro de nuestras rutinas diarias pensando en vete tú a saber qué millones de penas o alegrías. Mil gotas de rocío pueden no parecer muchas si tenemos en cuenta todas las que caben en una sola hoja. Pero yo estoy contento porque desde hoy ya son más de mil las gotas que alimentan a esta planta que sigue creciendo cada día un poco más. Gotas pasajeras, recurrentes, imprescindibles, pequeñas, enormes, curiosas, perdidas, cercanas, extrañas, amigas, gotas, gotas, gotas... Gracias por vuestras mil visitas ...

Asesino Israel...

Tengo la repugnante sensación de que el estado de Israel está disfrutando como un psicópata asesino nazi aplastando al pueblo palestino. Se ve que no es que olvidaran el holocausto, sino que se quedaron muy bien con la copla y aprendieron al detalle cómo tenía que ser un buen campo de concentración, porque ahora han convertido a toda Palestina, ensañándose estos días con especial esmero en Gaza, en el mayor campo de concentración que jamás haya existido. No me importa en absoluto la historia anterior, ni las religiones, ni el terrorismo, ni las excusas que puedan poner unos u otros; lo que hoy sabe todo el mundo es que Israel está asesinando a población civil sin reparar en ninguna cuestión humanitaria. Nada, absolutamente nada, justifica la matanza a sangre fría no sólo de terroristas, sino de niños que juegan en la puerta de su casa o de ancianos para los que ya no hay medicamentos. La gente no puede ir al trabajo, al médico, al colegio, a comprar comida, encender la luz o simp

¿Dónde están los niños?

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Esta mañana pretendía levantarme temprano cuando me despertaran los cohetes que seguro iban a sonar para avisar a los niños del barrio de que los Reyes Magos ya se volvían a sus casas tras dejarles los regalos. Para mi sorpresa no me despertó ningún cohete, ni ninguna banda de música, ni siquiera, y eso es lo que más me extrañó, ningún grito de ningún niño jugando en la calle con sus juguetes nuevos. El caso es que me levanté y comprobé que era un día algo gris, y que las calles estaban desiertas. Eran casi las nueve y media de la mañana. Yo, como ahora vivo solo, y los reyes sólo sabían la dirección de mis padres, que son magos pero no pueden estar en todo, pues no encontré ningún regalo en el salón. El caso es que me puse a desayunar en el mismo silencio con el que me levanté, ya un poco preocupado con eso de no escuchar a nadie por ninguna parte. Mientras tanto vi en las noticias el resumen de la llegada de sus majestades a las distintas ciudades, que a pesar de algún que otro c